El cuidado de la imagen externa suele ser una de las principales preocupaciones de las organizaciones, así como el control de todas sus apariciones en medios de comunicación y redes sociales.
Sin duda, son aspectos que debemos tener en cuenta. No obstante, ¿de qué sirve una buena imagen exterior si nuestro “interior” no está en equilibrio?
En esta crisis de la COVID-19 hemos visto numerosos y diversos ejemplos de mala gestión de la comunicación interna.
Una comunicación fluida y franca permite generar un clima de tranquilidad, porque los empleados saben que serán informados de cualquier cambio, sea positivo o negativo, y que podrán preguntar, opinar y exponer sus argumentos, sin que se generen situaciones de incertidumbre. De esta forma, conseguiremos que el equipo sienta que su organización cuenta con ellos y que les hace partícipes del proceso.
La comunicación interna es, sin duda, un elemento clave para el desarrollo de la estrategia empresarial en su conjunto. Debemos entenderla como una herramienta de gestión estratégica, no una acción de marketing, ni siquiera un fin en sí mismo, sino un medio para, entre otras cosas, alcanzar un mayor grado de compromiso y mejores aportaciones de los profesionales al desarrollo de los objetivos de la organización. El plan debe estar orientado a crear cultura y sentido de pertenencia, y fomentar la confianza entre los trabajadores.
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